jueves, 10 de mayo de 2012

Lienzo abstracto.

La vida, caos perfecto,lienzo abstracto. Cada uno plasma en él mil colores, formas y trazos que todos juntos se complementan en un solo impacto visual y a la vez en cientos de ellos. Es a ojos ajenos inmensa maraña de incoherencia, líneas perdidas que se rozan con la punta de los dedos, colores vivos que brillan entre grises, voces mudas que intentan gritar lo que ningún oído podrá escuchar. Pero el artista lo contempla cada vez que el sol se esconde, viendo como encaja cada una de sus formas, como en su justa medida relucen los colores deslumbrando vida y como algunos trazos se escapa de su entendimiento, aportan el caos que sus manos no dibujaron a todo lo que de su pincel brotó, creando así una extraña perfección equiparable con la vida.

Eterno claroscuro.

Como el día y la noche, como la noche y el día, opuestos y en armonía. ¿Cómo iba a existir el día si al dormir no vela por él la noche? ¿Cómo cobra sentido el azabache que envuelve a la luna sin el fulminante brillo que al alba la desdibuja? No es nada la noche si no sigue al día, no es nada el día si no lo nubla la noche. Si el Sol reluce demasiado, la Luna recoge sus rayos, y en su eterno claroscuro firman la paz sus labios.

lunes, 7 de mayo de 2012

Cuerpos de camaleón.

Les llamaron cuerpos de camaleón. Cuerpos dúctiles y maleables por el influjo de esa fuerza que nunca se apagaba en su interior. Emulaban a Luna y Mar y cada noche la atracción de la luna desataba mareas que hacían crecer las olas; la espuma se estrellaba en la orilla de la playa o en las rocas escarpadas que se alzaban más allá. Les gustaba disfrazar su alma y su cuerpo, concebir emociones, que se colaban ligeras en su interior, sin hacer ruido al entrar, enraizándose en sus venas y jugando a ser hiedra. No fueron almas corrientes ni el primero de sus días; fueron imanes cara a cara por un polo cada uno. Y todos saben lo que ocurre cuando el polo negativo choca con el positivo, no hay vuelta atrás. Muchos ingenuos hacen coincidir sus polos obcecados en que idéntico y compatible nacieron sinónimos, y ellos dos decidieron sin premeditación demostrarles lo contrario. Fueron esa noche imanes, la primera de sus noches, que sin buscarse se encontraron, que hicieron un pacto sin ser conscientes de ello. Sus diferencias se estrecharon la mano muy fuerte y desde ese preciso momento quedaron condenados a ese efusivo apretón de manos, condenados en su décima acepción del diccionario, solo que cambiando pena por amor. De esta forma, ese amor decidió unirse a esa afición suya por adoptar mil y una formas. Y gracias a ese pacto mudo que tuvo lugar cuando sus polaridades opuestas se abrazaron, pudo imitar a las lagartijas. Ellas son seres curiosos que nacieron con un don: si les cortan la cola, ésta vuelve a nacer, una y otra vez; realmente fascinantes las lagartijas, aunque les intenten arrebatar un trocito de su ser, nacieron con la capacidad de reconstruirlo eternamente. Pudo ser, asimismo, Prometeo, regenerándose tras cada picotazo. Pudo ser como la rosa que nunca marchita, bajo el hermético cristal que la cubre. Pudo ser una lista interminable de cosas, pero nunca en esa lista figuró la palabra débil.

domingo, 6 de mayo de 2012

El leimotiv del domingo.

Los domingos como hoy la amargura me llena la boca cuando el recuerdo en tono ámbar atormenta las papilas gustativas y tu saliva no está aquí para bañarlas con sales curativas. Pero para compensar, no queda rastro amargo en este vivo corazón, que no bebe de otro sitio que del vaso de tu amor, y es como un pozo sin fondo. Ya hace tiempo que no brinda con la soledad, ya hace tiempo que no busca respuestas en el cristal de las copas ni en la piel de otras bocas. La piel de la tuya le dio todas aquellas que las demás nunca supieron darle. Y no es que esas respuestas obedezcan a la lógica, pero es que en el amor esa cuestión es paradójica y lo inexplicable se convierte en la respuesta, lo que sientes sin podértelo explicar es la verdad y el sentimiento premeditado pierde su nombre adoptando el de autoengaño. Pero tú eres razón irracional de mi alegría, eres el que enterró al invierno y a sus caricias frías, eres la antorcha que el destino trajo desde Olimpia y que descansa en llamas en mi pecho. En días como hoy, en los que nada estimula mis adormecidos sentidos, tú eres el leitmotiv de mis pensamientos, el hipocentro de cada uno de los latidos que emite mi corazón agazapado por tu ausencia en esta habitación. Y la cama me mira, vacía de ti, esperando un gemido, deseando acolchar tu latir y ser testigo de nuestros cuerpos emulando enredaderas. Los domingos fueron siempre presos de la apatía, los domingos me despierto solitaria, con el alma cansada y el cuerpo sin ganas, pero ocurre que el corazón me habla más alto que nunca, sobre todo si es sobre añoranza. Comienza hablando bajito con el primer rayo de sol que me roza los párpados antes de abrirlos y te escribo aunque no me leas, te escribo aunque sigan tus ojos cerrados sobre la almohada que mi piel no toca. Después el eco de su voz resuena por las paredes de mi cuerpo, tu nombre se oye a voz en grito en mi interior y el echarte de menos se convierte en el himno oficial del último día de la semana. Y me ahogo en el Mar Muerto de todos los domingos. Pero ese mar es sabio, amigo, y me impide ahogarme porque ahí está, con sus rarezas y sus sales que llevan tu nombre y que me mantienen siempre a flote impidiendo que mi cuerpo toque fondo en el Mar Muerto encarnado en día, en este día de tristeza extraña. Será que al ser humano no le gustan los finales de las cosas, ni siquiera de las semanas. Y aun a sabiendas de que no es punto y final sino que es punto y a parte, me sumo en la más profunda abulia, esa que me arranca las ganas de todo menos de verte. Y el domingo toca su fin, pero no lo hace el himno que le acompaña, que solo está en stand by cuando mi piel ya no te extraña. Y el reloj imparable es la banda sonora de estos eternos momentos, acompañado de los suspiros del ordenador y del golpear de mis dedos en sus teclas. Entre las cuatro paredes de mi habitación, libertad y celda, consumo minutos que van más lentos cuando tu no estás aquí. Y como quién termina un libro, en el epílogo del día escribiré una relación de conclusiones, que apoyarán sus cimientos en que el futuro y tu nombre son uno.